¡Oh, Tren de mi Infancia!
Destartalado y humilde eras,
una joya en tiempos de escasez,
tu apariencia modesta no te restaba belleza,
pues en tus vagones viví momentos de felicidad y sencillez.
Tus asientos eran de madera,
y crujían al avanzar,
pero a nosotros nos daba igual,
porque nos hacían soñar.
Recuerdo aquellos viajes largos,
en los que miraba por la ventana,
observando los campos de trigo,
y las montañas en la lejanía.
Tu sonido, ¡oh, Tren de mi Infancia!,
era una música para mis oídos,
me relajaba y me hacía sentir en paz,
como si el mundo fuera un lugar más sencillo.
Aunque tus días ya han pasado,
y en tu lugar hay modernidad,
nunca olvidaré tus andares,
y el encanto que llevabas detrás.
¡Oh, Tren de mi Infancia!,
siempre estarás presente en mi corazón,
porque en tus vagones viví la ilusión,
de un mundo lleno de emoción.
Que la gente no olvide nunca,
que la verdadera belleza está en lo sencillo,
en cosas como el Tren de mi Infancia,
que nos hacía sentir como en un castillo.
Así que te dedico esta oda,
a ti, Tren de mi Infancia querido,
porque aunque ya no estés presente,
siempre vivirás en mi recuerdo más sentido.
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